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1. SALA “S”: La marisma, un paraíso ecológico

La marisma es un ecosistema singular. Inundable por la acción de las mareas, la plasticidad de los fangos ha hecho posible, durante los últimos siglos, la modelación de las distintas salinas. El valor de las salinas va mucho más allá de su importancia histórica y etnográfica, es también un paraíso ecológico de flora y de fauna, con un paisaje único.

Las salinas han sido concebidas, diseñadas, construidas y conservadas para aprovechar el desnivel que provoca la marea sobre la marisma: son terrenos que se inundan como consecuencia del flujo y reflujo del mar. En la Bahía de Cádiz, además, la marea tiene una importante carrera o amplitud, de hasta tres y cuatro metros. Es la gravedad la que permite, mediante el sistema de compuertas, mover agua entre los distintos compartimentos que conforman una salina.

Creado en 1989, el Parque Natural de la Bahía de Cádiz ha convivido con la permanencia de una pocas salinas artesanales. Mientras que, sobre todo a partir de la década de los 70, el continuo abandono ha dado lugar a procesos de desecación y la reutilización, de las antiguas salinas como esteros para la acuicultura.

El origen fenicio del asentamiento que más tarde fue conocido por Chiclana, en el actual Cerro del Castillo, y, especialmente, la importante industria de salazones durante la colonización romana a lo largo del río Iro –con una relevante industria de construcción de ánforas para transporte de salazón y garum– hablan de una tradición salinera que es posible remontar, como en toda la Bahía de Cádiz, a hace dos mil años.